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El misterio que había estado oculto desde los siglos y por generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos…que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. (Colosenses 1:26,27)
¿Qué significa que Cristo viva en nosotros? Al final del tiempo, el desvelamiento profetizado del Arca del Pacto en el cielo revela cómo Jesús imparte Su perfecta obediencia a Su pueblo, capacitándolos para guardar la ley de Dios y tener Su testimonio, la marca distintiva de Su remanente.
Entonces el dragón se enfureció contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el remanente de la simiente de ella, los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo. (Apocalipsis 12:17)
La manifestación del arca del pacto en los cielos ilustra cómo Cristo imparte Su perfecta obediencia a Su iglesia:
Los cuatro portadores del arca—como los dos querubines protectores que formaban parte del propiciatorio y los dos ángeles que Salomón colocó junto al arca cuando construyó el templo[1]—son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra, descritos en Apocalipsis 11:4,[2] simbolizando la estrecha relación entre Cristo y Su iglesia.
Los olivos representan a Jesús en los dos puntos del solsticio:
La cruz en el ecuador galáctico – marca Su crucifixión el 25 de mayo del año 31 d.C.,[3] cuando la luna se encontraba en esa región.
El garrote de Orión – Jesús está simbolizado en Orión como el Resucitado, ministrando en el santuario celestial.[4] Su intercesión termina el 4 de junio de 2025, el día en que se “consume” la porción final del Espíritu Santo (como las 372 porciones diarias de harina mezcladas con aceite que se ofrecían durante las fiestas de otoño[5]), y Su presencia es retirada de la tierra después de ese momento.
Jesús es el verdadero olivo, y de Él fluye el aceite del Espíritu Santo. En Getsemaní—un nombre que significa “prensa de olivos”—Jesús comenzó a ser oprimido bajo todo el peso del pecado, y aun así, en completa abnegación, se sometió a la voluntad del Padre. En Getsemaní, el divino Hijo de Dios se sometió a si mismo al cuidado de hombres malvados, sabiendo lo que había en el hombre.[6] Se colocó en el corazón de la tierra,[7] para que nosotros pudiéramos ser llevados al corazón de Dios. Allí—en Getsemaní— el aceite de la obediencia sumisa de Jesús a Su Padre comenzó a ser extraído del divino Olivo a través del sufrimiento.
Y yendo un poco más adelante, se postró sobre su rostro, y oró diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya. (Mateo 26:39)
Esta es la obediencia que Él nos imparte. No retrocedió ante el desprecio ni el sufrimiento que habría de soportar, sino que eligió redimir a la humanidad—sin importar el costo para Él mismo. Esta completa sumisión y confianza en Jesús en la vida de cada creyente es vital para los meses venideros, cuando el mundo entre en un tiempo de angustia cual nunca fue.[8]
Los candeleros que reciben el aceite corresponden a dos iglesias sin reproche. Iglesias que manifiestan el carácter sacrificial de Cristo. En los cielos, las vemos representadas en las dos constelaciones situadas en los puntos del equinoccio:
Piscis (Esmirna)
Virgo (Filadelfia)
En la imagen de los portadores del arca, Esmirna—que soportó sufrimiento y prueba—está emparejada con la cruz, donde Jesús murió. Esta iglesia recibe el aceite de Su espíritu de fidelidad inquebrantable—aun al precio de la vida.
Y escribe al ángel de la iglesia en ESMIRNA: El primero y el postrero, que estuvo muerto y vive… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. (Apocalipsis 2:8,10)
Filadelfia, emparejada con Orión, recibe su aceite del Sumo Sacerdote resucitado. Ellos colocan sus vidas eternas sobre el altar, intercediendo en oración en favor de otros.[9] A los vencedores de esta iglesia se les promete ser hechos columnas en Su templo.
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo, para probar a los que moran sobre la tierra. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios… (Apocalipsis 3:10, 12)
Ambas iglesias reflejan una obediencia abnegada hasta la muerte, encarnando el amor de Cristo:
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (Juan 15:13)
Los portadores del arca ilustran la doctrina de la justificación por la fe: la obediencia de Cristo, fluyendo como aceite hacia las lámparas, llena a Su pueblo fiel para que puedan dar el testimonio de Jesús.
A través del estudio de Apocalipsis con la astronomía bíblica, Dios está revelando misterios de Su plan de redención como nunca antes.
En el tiempo de angustia, mientras se derraman las copas de la ira y el Espíritu Santo finalmente se retira del mundo impenitente, los hijos de Dios pueden permanecer firmes—llenos de la obediencia perfecta de Cristo, brillando con el aceite de Su Espíritu.
La Revelación de Jesucristo ahora se muestra en los cielos para que todos la vean: primero en el testimonio de la señal del Hijo del Hombre, el ministerio de Jesús como Sumo Sacerdote, señalando a la representación suprema en el reloj del Padre en el Mazzaroth. Jesús y el Padre son Uno.
Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. (Juan 6:38)
La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben acontecer pronto; y la declaró enviándola por su ángel a Juan su siervo, el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que él vio. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. (Apocalipsis 1:1-3)
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