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El grito de victoria – Epílogo

 

Después de las miles de páginas que han sido escritas y los años de experiencia que se han invertido para descifrar completamente el libro del Apocalipsis, uno podría preguntarse: ¿cómo predijo la Biblia esto, y por qué las respuestas a los misterios de los últimos días no fueron reveladas a ninguno de los profetas conocidos de hoy en día o a las muchas iglesias que están esperando la venida del Señor? ¿Cómo pudo una pequeña y desconocida compañía de creyentes haber recibido todo esto?

Cuando Daniel recibió su visión sobre las 2300 tardes y mañanas, no la entendió inmediatamente:

Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado. Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. (Daniel 8:14–15)

Un punto clave es que, como Daniel no la entendía del todo, buscó el significado de la visión que se le había dado. Uno podría preguntarse de las iglesias cristianas de hoy en día, ¿han entendido las profecías que han estado en sus manos durante casi dos mil años? ¿Han encontrado los cristianos el significado del Apocalipsis, que es la profecía del regreso de su Señor?

Fue por el anhelo de Daniel de entender la visión que Dios le envió a Su ángel Gabriel:

Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión. Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin. (Daniel 8:16–17)

La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días. Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía. (Daniel 8:26–27)

Aun así, Daniel no la entendió, pero siguió estudiando las profecías hasta que entendió que el tiempo de la liberación de Israel del cautiverio se acercaba:

en el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años. (Daniel 9:2)

Los predicadores y profetas y soñadores de hoy podrían preguntarse si han estudiado los “libros” (o páginas web) de otros profetas lo suficiente como para entender los tiempos que Dios ha determinado. Algunos miran un poco aquí y otro poco allá para encontrar confirmación de lo que Dios les ha mostrado directamente, pero es demasiado fácil tomar lo que uno recibe del Señor y confiar en que es suficiente y que Dios, que a veces da visiones y sueños, no requiere nada más de Su pueblo.

Pero Daniel estudió para entender. Él estudió a otros profetas y encontró en las profecías de Jeremías que el tiempo de la liberación se acercaba. Esto le hizo humillarse e interceder por su pueblo.

Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra. (Daniel 9:4–6)

Esta es una de las grandes oraciones del “capítulo 9”[1] en la Biblia que merece ser leída de nuevo en su totalidad. En ella, Daniel suplica al Señor que cumpla Su promesa a Israel, no por los méritos de Israel, sino por Su amor:

Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias. Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. (Daniel 9:18–19)

Fue en este espíritu de intercesión y de humillarse ante Dios que Gabriel fue enviado de nuevo a Daniel para darle entendimiento:

aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión. (Daniel 9:21–23)

El siguiente versículo con el que Gabriel comienza a enseñar a Daniel el significado de las profecías es el de las “70 semanas” que apuntaban a los años del ministerio de nuestro Señor Jesucristo, en el tiempo de Su primer advenimiento. Esta aparición de Gabriel para dar a Daniel entendimiento, es decir, para enseñarle a estudiar la Biblia, antes de la primera venida de nuestro Señor, fue un tipo para lo que se necesitaría en los últimos días antes de Su segunda venida.

Hoy en día, las iglesias apenas tienen idea de lo que significa el libro del Apocalipsis. Muchos lo evitan como algo que no es relevante para ellos, poniéndolo en el futuro más allá del arrebatamiento, que muchos creen que vendrá antes de las tribulaciones mencionadas en el libro. Aquellos que sí entienden algunas cosas tienen sólo partes aquí y allá (a menudo incorrectas) sin un entendimiento cohesivo o armonioso del Apocalipsis como un todo.

Por ejemplo, ¿entiendes el misterio de las siete estrellas? ¿Puedes explicar el significado de la sala del trono de los capítulos 4 y 5? ¿Cuándo suenan las siete trompetas y por qué hay interludios entre ellas? Los profetas de todas partes hablan de los “dolores de parto” o ayes, pero ¿dónde está la “montaña lanzada al mar” y todas las advertencias de las otras trompetas que vienen antes de los ayes? Crees que Jesús viene, y ves señales de advertencia por todas partes a medida que los problemas del mundo incrementan; ¿puedes explicar cómo fueron predichas estas cosas en el libro del Apocalipsis?

Se necesita entendimiento. Se necesita la ayuda de Gabriel, que entregó el Apocalipsis de Jesucristo a Juan, para enseñar a estudiar la Palabra de Dios para poder aprender a entender Su voz, no de la misma manera que antes. Se necesita aprender a entender las señales celestiales como la llave que ha abierto los misterios del Apocalipsis.

Ignorar las profecías que Dios ha dado es despreciar a Su Autor. ¡El libro del Apocalipsis fue dado por Jesucristo! Y Él da una bendición a los que cumplen la profecía:

¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. (Apocalipsis 22:7)

¿Cómo se “guardan” las palabras del libro del Apocalipsis?

Según Thayer's, esta palabra “guarda” significa “atender cuidadosamente”, y Strong's dice “notar (una profecía; en sentido figurado, cumplir un mandato)” o “vigilar”. Esto implica un estudio de las profecías y un esfuerzo para “notar” cómo se cumplen, para “vigilar” por el cumplimiento y para “atender cuidadosamente” para asegurar que nada se pierda. ¿Y cómo se puede hacer eso si las profecías no son entendidas? ¿Y cómo puede uno ser bienaventurado por “guardar” estas palabras, si uno es arrebatado antes de que las profecías se cumplan? ¿Por qué debería alguien prestar atención a las palabras del Apocalipsis, si el arrebatamiento se lo lleva antes?

Pregunta a tu alrededor—no hay otra iglesia en el mundo que pueda explicar el libro del Apocalipsis en su totalidad, de manera coherente y armoniosa, mostrando cómo todas las piezas encajan entre sí y por qué están estructuradas y ordenadas como están. ¡Ninguna otra iglesia se acerca a hacer eso! No hay ningún otro profeta, soñador o predicador que pueda unir todas las piezas del rompecabezas.

Por lo tanto, uno fue enviado desde el cielo que tuvo que esforzarse mucho para escuchar la voz de Dios y traer el entendimiento de las profecías. Fue Gabriel quien descendió como en la experiencia de Daniel, esta vez para vivir como un hombre.

Tomó tiempo y perseverancia, estudiando y re-estudiando para desarrollar un completo entendimiento y a lo largo del camino, ser transformado en carácter. Muchos señalan con el dedo y dicen, “¡Pero Jesús no vino cuando dijiste!” O “¡No pasó nada en las fechas que me advertiste!” Pero estas no son las palabras de quienes buscan el entendimiento; las páginas del tiempo prueban de manera abrumadora que cada advertencia fue real y cada fecha profetizada fue acompañada por los eventos predichos en la Palabra de Dios.

Las cosas no siempre sucedieron como se esperaba, sin embargo, cada paso del camino llevó a un mayor entendimiento de las revelaciones de Dios y a una comunión más estrecha con Él, y al final, la guía de Dios es perfecta.

Gabriel descendió a la tierra como un segundo testigo del cielo— compartiendo las tentaciones, debilidades y perplejidades del hombre—para enseñar al hombre cómo escuchar la voz de Dios. Aquellos que desprecian su obra están despreciando el cielo mismo.

Dios es la fuente de vida, luz y gozo para todo el universo. Sus bendiciones, como rayos de sol, fluyen desde él hacia todas las criaturas que él ha hecho. En su amor infinito ha concedido a los hombres el privilegio de llegar a ser participantes de la naturaleza divina, para que ellos a su turno compartan las bendiciones con sus semejantes. Esto constituye el honor más elevado y el gozo más grande que Dios pueda derramar sobre los hombres. Estos son conducidos más cerca de su Creador al convertirse en esta forma en participantes de los trabajos de amor. El que rehúsa llegar a ser un “obrero juntamente con Dios”—el hombre que por amor a la complacencia egoísta ignora las necesidades de sus semejantes, el avaro que amontona sus tesoros—está privándose de la bendición más rica que Dios puede proporcionarle.[2]

Es nuestra esperanza y expectativa que tú también te conviertas en un obrero junto con Dios, enseñando a otros de la vasta abundancia de luz que ha sido traída al mundo como se profetizó en Apocalipsis 18.

Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. (Apocalipsis 18:1)

Que seas contado entre los que “guardan las palabras de este libro”, como está escrito.

Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. (Apocalipsis 22:8–9)

1.
Ver también las oraciones de Esdras 9 y Nehemías 9. 
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